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Es tan fácil ser pesimista que cuando uno quiere cambiar el chip no sabe ni cómo empezar. Esto sucede porque en la sociedad en la que vivimos, se premia el pesimismo, como si ser feliz fuera un pecado y ser infeliz la normalidad. Cuando alguien quiere afrontar la vida con optimismo, habitualmente se encuentra con serios problemas que no había ni pensado y reside en un punto principal: la felicidad recae en las pequeñas cosas de la vida.
El dinero y las cosas materiales pueden ayudarnos a alcanzar la felicidad eventual, momentánea, pero todo el mundo sabe que cuando uno consigue lo que desea, es muy fácil desencantarse y querer otra cosa, Esto sucede con las cosas materiales, a veces incluso con las emocionales (como el amor, por ejemplo), y es todo un problema porque se confunde el deseo caprichoso de la necesidad verdadera. Afrontar la vida con optimismo reside en saber dar el valor que merece a cada cosa, prohibiendo que confundamos los caprichos de dos días con los sueños verdaderos que elevan el espíritu.
La magia del optimismo lo podemos encontrar en lo que paree insignificante a simple vista: mirar una puesta de sol, reencontrarse con un ser amado, sentarse en el sofá con una manta una noche de lluvia, o hacer el amor con el amor de tu vida, todas estas cosas no se pueden comprar, sólo se pueden conseguir, y se consiguen cuando se merecen por lo que hay que estar dispuesto a saber valorarlo. Ser optimista significa dejar de dar valor a cosas que no te hacen feliz (¿un ordenador nuevo? ¿un móvil de última generación?), lo importante no se compra, se tiene o no se tiene.
Si quieres afrontar la vida con optimismo, empieza por aprender a reconocer las cosas que realmente tienen valor: tu vida cambiará por completo.
